Hace tiempo que no paso por aquí, casi casi desde que me lo propusieron, salvando dos artículos. La razón exactamente no se cual es, ya que puedo decir que la falta de tiempo no es excusa, siempre he tenido el mismo poco tiempo para dedicarme a hacer trabajos extras. ¿La falta de ganas? Obviamente sí, pero no sé de donde viene esa desgana, porque la desgana pienso es la consecuencia de algo…
He hecho cosas en este tiempo que no he escrito, cosas sobre las que hubiera podido escribir, igual de interesantes o poco interesantes que las anteriores, el calificativo depende del lector.
Cuando escribí mi primer artículo, no tenía ni idea de cómo enfocarlo, desde que perspectiva escribir, ya que en un primer momento se me pidió que fuera como una bloguera de moda, maquillaje, etc… y como ya apunté en dicho artículo “solo sé que no sé nada”, por lo que con el permiso de los pioneros y jefes de la web me voy a permitir la licencia de escribir como me salga del alma, como sienta en ese momento, y siempre intentando mantener una temática más o menos definida.
Hoy no quiero hablar de ningún evento o acontecimiento sobre el mundo de la seudofarándula, hoy quiero explicar algunas cosas sobre cómo me siento, hoy vengo a desentrañar una pequeña, aunque importante, parte de mi alma. Lo necesito.
No sé si es porque una va ya cumpliendo años, o simplemente porque me he parado a mirar por el balcón de mi vida y mis vivencias, que me siento melancólica y algo desanimada, aunque nunca me voy a cansar de luchar por mis sueños.
No sé si tenía tres o cuatro años cuando decidí ser actriz, no se cual fue el motivo, solo sé que le pregunté a mi madre que tenía que estudiar para dedicarme a ser actriz y ella me respondió “Arte Dramático”, algo que se grabó a fuego en mi mente y que pese al paso de los años y los nuevos conocimientos sobre la vida que iba adquiriendo no torcí mi pensamiento.
Pasarían muchos años hasta que lo consiguiera. Y digo consiguiera porque no fue un camino de rosas para mí.
Cuando yo era pequeña la época del destape, pienso yo que fue así, hizo mucho daño a la profesión, en el sentido de que estaba muy mal vista por las personas con una mentalidad algo más conservadora. Todavía recuerdo a mi abuelo indignado diciendo que todas las actrices eran unas putas, ahora te puedes reír o incluso puedes desaprobar su conducta, pero hay que entender que él vivió una época bastante reprimida, en la que había toque de queda, entre otras cosas, donde ver el tobillo de una mujer podría convertirse en una de la experiencias más excitantes de juventud.
También estaba muy de moda estudiar una carrera, ahora que nuestra generación (la de los 80) tenía la oportunidad de estudiar, si no tenías una diplomatura o licenciatura no eras nadie…
Debido a ambas cosas, siempre andaba castigada por mis malas notas en el colegio, y que mejor que castigarme con lo que más me gustaba.
Tuve que dejar el grupo de teatro del colegio un par de veces, así como el coro de villancicos, a los que no intente volver, ya que sabía que tendría que volver a quitarme… pero me gustaba mucho hacer el ganso, así que me tiraba todo el día en la calle (de ahí mis malas notas) imaginando que era actriz, haciendo teatros improvisados, componiendo canciones, contando historias y grabándolas en la grabadora, cantando, bailando, incluso formé un grupo con mis amigas de baile y playback y otro de teatro donde cobrábamos por actuación en la azotea de una amiga… aquellos maravillosos años llenos de ingenuidad y pasión, como se echan de menos…
Pero te vas haciendo mayor, y la gente va diciéndote que tienes muchos pajaritos en la cabeza, que te centres en algo con futuro, que te preocupes en ganar dinero y formar una familia, aun hoy después de tres carreras, un máster y de haber trabajado durante diez años, en trabajos puntuales eso si, como modelo y actriz me lo dicen, soy la niña de los pajaritos.
Y es que claro una no termina de despuntar en lo que hace, las causas pueden ser muchas.
Dejando de lado que sea más o menos buena en lo que hago, sobre ello no voy a discutir, ya que habré hecho cosas mejores o peores, pero la experiencia de quedarme varias veces a las puertas de cosas importantes me dice que algo hay.
Pienso que los obstáculos que te va poniendo la vida son barreras en la que pierdes mucha energía, donde hay que pararse a coger fuerzas de vez en cuando para poder saltarlas, que a su vez te vuelven más fuerte y más sabia, pero el tiempo que no espera, va pasando, y cuando echas la mirada atrás piensas que los logros que has conseguido en diez años, si las cosas hubieran sido más fáciles, los hubieras conseguido en mucho menos tiempo. Y no es que delegue responsabilidades, no soy partidaria de ello, pero es así como he sentido las cosas, aunque la responsabilidad de cómo me siento es solo y únicamente mía, es tu opción ver el vaso medio lleno o medio vacío.
Carecí en un principio del apoyo familiar, tuve que escuchar los comentarios de esa gente que no tiene sueños o que no tiene fuerzas para luchar por ellos, que por ser desgraciadamente una mayoría entre dentro de lo considerado “normal”, algo que me hizo dudar sinceramente de mi misma. Carecí de apoyo económico. Y por acallar voces, y después del disgusto que al parecer di al plantear que quería estudiar Arte Dramático, a mis 17 años, me empecé a dedicar a algo “normal”, ahí fue donde estudié mi primera carrera, a la vez que realizaba trabajos “normales”.
Pero la cabra siempre tira al monte, y llegó el momento en el que desperté de un letargo que no me hacía feliz y decidí partir con todo, decidí comenzar a luchar por mis sueños, y ahí comenzó mi particular batalla. Las pruebas para entrar en la Escuela de arte dramático habían sido un par de meses antes, por lo que no perdí el tiempo y me apunté al grupo de teatro de la universidad, donde conocí a gente encantadora que ama lo que hace, donde nos contagiamos mutuamente de pasión por la profesión, y donde me ayudaron infinitamente a adquirir las habilidades suficientes para superar las pruebas que me permitirían acceder a mi sueño. Y sí, lo conseguí. Meses después me presenté a las pruebas de Arte Dramático, nos presentábamos más de cien personas, entrarían solo cuarenta, y cuál fue mi satisfacción al comprobar que entré la número trece. No estaba mal…
Mi andadura por la escuela duraría cinco años, donde tropecé con gente interesante y con más gente de la que esperaba, sino incompetente de profesión, si incompetente como persona, algo que me hizo volver a dudar, me desinfló, hirió mi pasión y mis ganas, ya que me considero una persona débil, donde tropecé con lo que no me gustaba y no pude quitarme de en medio como siempre había hecho a lo largo de mi vida en estas situaciones porque se trataba de mis sueños. Y aunque seguí al pie del cañón, dedicándome a lo que me gusta fuera del ambiente de la escuela, me retrasó, ya que como me diría años más tarde un amigo actor, me convertí por un tiempo en una actriz sin energía.
Continuara…
FOTO: JRPhoto